ANTONIO LÓPEZ EN LA PEDRERA

Una antológica de Antonio López en Barcelona es a la vez un lujo y una ocasión de oro. Un lujo porque hacía mucho tiempo que no se realizaba una exposición tan amplia del artista de Tomelloso en la Ciudad Condal y una ocasión de oro para hacer un repaso a su dilatada trayectoria desde las primeras obras hasta ahora mismo. Una de las cosas más sorprendentes de su obra es la unidad básica que tiene desde los años cincuenta del siglo XX hasta ahora, aunque esto no significa que no haya habido cambios ni ajustes.

En las primeras obras, pese al realismo fundamental, hay influencias claras del surrealismo o de la pintura metafísica italiana, que van desapareciendo más adelante a medida que Antonio López va despejando el camino que quiere seguir. Se trata de un realismo detallista que a su vez va acompañado de un despojamiento que le lleva a una metafísica mucho más radical que las nimias influencias iniciales de las pinturas más escenográficas de De Chirico.

Los soportes que utiliza van desde la pintura al óleo convencional hasta la escultura también convencional, pero con incursiones magníficas en el bajorrelieve y el dibujo en papel sobre madera, éste con tamaños inusuales para esta técnica. Precisamente aquí encontramos algunas de las obras con mayor fuerza de la exposición, como son Cuarto de baño, Estudio de tres puertas o Interior del estudio, todas de finales de los años sesenta y principios de los setenta.         Cabe decir que las obras expuestas son todas de una calidad alta y sostenida, aunque se nota la mejora técnica con el paso de los años. Una mejora que, a pesar de acercarse al virtuosismo, siempre apuesta a favor de la persona o el objeto representado contra el deslumbramiento formal.

Queremos remarcar que una de las sorpresas son las obras prestadas que pertenecen a la fundación leridana Sorigué, sobre todo de dibujo sobre madera y escultura, de una altísima calidad. Teniendo en cuenta que esta Fundación tiene el magnífico espacio Planta, cerca de Balaguer, donde se puede ver la deslumbrante instalación Double blind de Juan Muñoz y obras de Kieffer o Bill Viola y que en su colección leridana se anuncian obras de Kentridge, Richter o Tony Cragg, uno se pregunta sobre la brillante cabeza pensante que hay detrás de esta selección de arte contemporáneo de primera magnitud y se queda con las ganas de saber qué hacer para acceder a la colección permanente. Y hay que felicitar también al equipo de la Pedrera por el catálogo de gran calidad que han hecho, con un texto especialmente esclarecedor y sugerente de Violant Porcel.

 

Xavier Lloveras / Isabel Olesti